El hecho de que Bach compusiera obras instrumentales a lo largo de toda su carrera, y que se mantuviera al corriente de las últimas innovaciones de los estilos musicales, propició que usara una escritura más galante en su época tardía. De ahí a la polémica que Robert Marshall en 1979 iniciara, poniendo en duda la autoría de las sonatas para flauta, en concreto las sonatas en Sol m BWV 1020, Mib M BWV 1031 y Do M BWV 1033, atribuyéndolas a su segundo hijo Carl Phillipp Emanuel apoyándose únicamente en criterios estilísticos.
Opiniones como las de Werner Danckert, célebre investigador, (Jenaer Studien zur Musikwissenschaft, vol. 1, año 1934), defienden la no autenticidad de la sonata en Mib M BWV1031, por ejemplo, con razones como que el bajo no participa del tema en ningún sitio, algo que ocurre de igual forma en la sonata en Si m BWV 1030, donde el clave toca solo durante un largo tiempo en el primer movimiento, lo que también sucede en la sonata BWV 1032 y de la que no se duda en ningún caso de su autoría por esta razón.
Aunque hoy día puede seguir existiendo esa disyuntiva, la gran cantidad de rasgos galantes que hay en su obra tardía (tomándolo como elementos adecuados a su tiempo), la fluidez de los ritmos, la densidad de la líneas melódicas y la firmeza del bajo continuo, son elementos que hacen que se atribuyan estas sonatas a Bach.
No hay fuente alguna que especifique que se trata de una sonata para violín o flauta
De la sonata en Sol m BWV 1020, no hay fuente alguna que especifique que se trata de una sonata para violín o flauta. El hecho de que la melodía pueda sonar más convincente con el timbre de la flauta, y que el ámbito nunca llegue por debajo de un re, que es la nota más grave de la flauta travesera, y que en sus sonatas para violín explore con frecuencia el registro grave —la cuerda sol— nos podría sugerir que sería una obra pensada para ser tocada con flauta y no con violín.
Es de subrayar el gran parecido que tiene esta sonata con la que está escrita también en Mib M, BWV1031, algo que a sus editores Wilhelm Rust y Philipp Spitta sorprendió en su tiempo. Ambas iguales en estructura, esto es, de tres movimientos, de los cuales el segundo es una parte lenta a modo de siciliana y con temáticas distintas en melodía y bajo.
El primer movimiento de la sonata no tiene indicación alguna de tempo, es la figuración la que nos incita a pensar que sería un movimiento allegro. Como en otras ocasiones, la obra comienza con una introducción del clave de doce compases de carácter firme. Enseguida entra la flauta con el tema principal, muy expresivo, entre otras cosas por el intervalo de sexta ascendente. La melodía está compuesta por variadas y ricas figuraciones que se diferencian estructural y dinámicamente.
A este movimiento le sigue un adagio delicado y cantabile. Es de reseñar el equilibrio de proporciones y líneas, así como la compatibilidad de la delicada linea melódica y los motivos secundarios de ésta.
En el allegro final resaltamos la fuerza de una escueta idea principal, que con una síncopa hace que se desboque toda la figuración. Con respecto al clave, tiene amplias secciones individuales, a solo, como sucede en todas las demás sonatas. El movimiento se divide en dos partes y el final de la obra se intuye por el carácter conclusivo de los motivos secundarios, que aparecen esta vez de dos en dos compases.
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