El hecho de que Bach compusiera obras instrumentales a lo largo de toda su carrera, y que se mantuviera al corriente de las últimas innovaciones de los estilos musicales, propició que usara una escritura más galante en su época tardía. De ahí a la polémica que Robert Marshall en 1979 iniciara, poniendo en duda la autoría de las sonatas para flauta, en concreto las sonatas en Sol m BWV 1020, Mib M BWV 1031 y Do M BWV 1033, atribuyéndolas a su segundo hijo Carl Phillipp Emanuel apoyándose únicamente en criterios estilísticos.
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